Nuestro oficio, que en principio aboga por un mundo más horizontal, democrático, abierto y armonioso, alimenta desde hace mucho tiempo la muy voraz bestia que es la ultracompetitividad entre fotógrafos. En un vídeo muy comentado en las últimas semanas, el director de Visa pour l’Image, Jean Francois Leroy, comenta, como cayendo súbitamente del guindo, que ya no va a aceptar a concurso trabajos que no hayan sido realizados bajo encargo y con garantías. Más allá de que se va a quedar sin el 80% de los participantes, resulta enternecedor ver cómo ahora se escandaliza de descubrir que la mayoría de los fotógrafos que se dedican al documentalismo y reporterismo lo hacen con el único afán de resultar ganadores en World Press Photo y Visa pour l’Image, además de en alguna otra miríada de premios y becas que se multiplican día a día por el mundo.
Es muy frustrante ver cómo también en fotografía se ha caído en el síndrome de Operación Triunfo, que consiste en escoger a un fotógrafo, a menudo con poquísima experiencia, pero eso sí, tremendamente persistente en las relaciones sociales y empujarle hacia una vertiginosa fama que luego tendrá que mantener.
Es un juego muy peligroso. Primero, porque hace que, efectivamente, personas sin la preparación adecuada se jueguen la vida como si se tratara de un juego de fin de semana en el que el premio es convertirse en el más popular del instituto. Pero aún es peor en términos psicológicos, porque por cada triunfito que surge, quedan cientos de perdedores que gracias a Facebook viven como en un reality show el ascenso al Olimpo de sus colegas, mientras que a ellos no les cae ni la pedrea. Los efectos secundarios a largo plazo en los reyes de la colina es ya cosa suya de ellos.
¿Qui prodest? ¿A quién le beneficia el show de las estrellas? A los ganadores, por supuesto. Pero ¿quién es el viento en las alas de los barcos de papel? Mientras se mantenga encendida la llama del sueño de gloria, la cantera de fotógrafos dispuestos a todo a cambio de palmaditas seguirá con buena salud y los precios seguirán bajando. Las publicaciones y las agencias hacen la ola, aplauden más que nadie y se aseguran de que la fiesta no pare.
La industria musical ya hizo el recorrido antes: colapso del modelo de negocio, seguido de creación de estrellas de laboratorio modeladas a imagen y semejanza de un mundo que ya no existía, con beneficio sobre todo para las grandes productoras y con la complicidad de las viejas glorias, metidas a maestros.
¿Está la fotografía siguiendo sus tristes pasos? ¿Estamos ya ahí, o sólo estamos acercándonos?