Hoy pensaba escribir un artículo sesudo acerca del síndrome de la vida única. Una reflexión prácticamente calcada de un artículo que leí hace poco y que creo que se aplica bien al entorno fotográfico.
Para resumirlo, lo que venía a decir es que quien más y quien menos, todos deseamos alguna vez vivir la vida de otra persona. A veces incluso nos preguntamos si no tomamos la decisión equivocada cuando dimos los pasos determinantes que nos llevaron a donde estamos ahora. Iba a explicar eso haciéndolo un poco más largo, pero en realidad no hace falta. Ya sabéis: eso de que al fotógrafo de moda a veces le gustaría ponerse un antibalas, y al que está siempre rodeado de gente armada le gustaría, de vez en cuando, tener frente al objetivo alguna mujer mucho más guapa de lo que nunca podrá aspirar, obedeciendo sus órdenes, no tan sutilmente erotizantes. Por supuesto, lo mismo se aplica sea cual sea la combinación de géneros que se prefiera.
Luego había un reflexión: este síndrome es necesariamente moderno, porque cuando no eras consciente de a qué se dedicaban los demás, no podías desear sus vidas. Un pescador almeriense de 1880 no deseaba ser bailarín de ballet clásico, porque no tenía noticias de que eso existiera.
La conclusión era que como Facebook nos hace mirar la vida de los demás más que nunca, corremos más riesgo que nunca de sufrir el síndrome de la vida única, cuyo principal síntoma es un malestar general que aflora cada vez que observamos una vida ajena a la que podríamos haber accedido pero no lo hicimos. Es decir, estamos abocados a enrevesarnos en pensamientos metaexistencialistas, que no nos ayudan a hacer buen trabajo, sino más bien a lo contrario.
Total, que luego decidí no escribir el artículo, pero al final, entre pitos y flautas, ahí ha quedado.
Para ilustrar a qué me refiero, me remito a la web de Rita Lino. Una fotógrafa de moda/arte que transita por el mundo autoreferencial, pero con una valentía y soltura de la que carecen muchos que lo han intentado. Desfachatez, sensualidad, provocación y autenticidad. Pocas cartas ocultas y muchos trapos sucios. Y aquí, también cosas por encargo.
Una manera de entender la fotografía que me gusta. No es la que yo he elegido, pero que quizás elija en la próxima vida.