Hace algunos años trabajé en una agencia de publicidad como director de arte.
– ¿Director de qué dices, niño?
– De arte, mamá.
– Pues sí que se asciende rápido en esa oficina…
Pero al margen de la pertinencia del título, lo cierto es que buena parte de mi trabajo consistía en hacer bocetos para lo que luego serían anuncios. Una vez pensadas la ideas, había que presentarlas al cliente lo más parecidas a lo que finalmente sería el anuncio real. Para eso hacíamos búsquedas de fotos durante horas en las montañas de libros que había por la oficina. Google estaba naciendo y la búsqueda de fotos online no funcionaba muy bien, pero había becarios a punta de pala. Yo era uno de ellos. Becario de Director de Arte.
Una vez encontrada la foto adecuada la escaneábamos y la poníamos en lay-out. Pero muy a menudo la foto estaba escaneada de una revista mal impresa, o era muy pequeña. De manera que me labré toda una reputación tratando las fotos con Photoshop para que pareciesen interesantes. Contraste, colores desaturados, una capa en color sobre una en grises, con en modo luz intensa y las esquinas invariablemente oscurecidas. Todas las fotos parecían sacadas del Raygun, la revista de culto de los 90 diseñada por David Carson. Todas parecían sacadas de artículos sobre skaters californianos. Aunque fuese un anuncio para Endesa. No todo el mundo sabía darle es toque a las fotos, así que quien sí sabía hacerlo era una pieza importante en las agencias de publicidad y revistas. Algo así como el que tiene la receta de la salsa especial de la casa.
Pues bien, eso se acabó para siempre.
Y se acabó por inundación. Entre la Hipstamatic e Instagram han conseguido que todo el mundo conozca el secreto de la piedra filosofal del retoque cromático resultón. ¿A que casi cualquier cosa fotografiada con el iPhone sale bien?
No hay revista importante en la que no se haya publicado un reportaje sobre Afganistán o Libia con fotos del iPhone. Los efectos de color que ya todo el mundo sabe aplicar hacen que cualquier foto resulte atractiva. Con esto no quiero decir que todas las fotos de iPhone sean malas, que nadie se cabree antes de tiempo. Lo que digo es que lo que antes era un trabajo casi artesanal de Photoshop, se ha convertido en el estándar. El que hace una foto sosa es porque no sabe que existen todos esos filtros al alcance de su dedo. Una vez más, los que sólo saben poner sal y pimienta quedan al descubierto. Lo que cuenta es el filete.
La semana pasada hablábamos de cómo a veces nos quieren llevar al huerto con el Blanco y Negro extremo, al estilo escuela danesa. Como ha habido alguno que ha replicado que con el color también se puede manipular la percepción de una imagen, hoy añadiremos que al huerto se va de muchas maneras: en blanco y negro, en color y hasta por escrito.