Siempre escribo acerca de las cosas geniales que hacen los demás. Siempre estoy subrayando trabajos ajenos o, como mucho, sacando algunas conclusiones, moralejas o comentarios más o menos acertados. Pero hoy no. Hoy tengo una propuesta seria. Una gran idea. He estado pensando mucho si debía contarla o si podría hacerme millonario con ella. Y he llegado a la conclusión de que no se me ocurre cómo podría hacer dinero con lo que os voy a contar. Así que abandono toda esperanza de fortuna y abrazo la esperanza de la gloria debida a una aportación de transcendencia incalculable para la especie humana.
Y se trata de lo siguiente: en cualquier empresa, facultad, organismo oficial o ONG, en cualquier agrupación internacional o sindical, en cualquier junta de vecinos, en cualquier lugar en el que una persona debe convencer a otras de que su plan es muy bueno y por lo tanto tiene que ejecutarse, casi inevitablemente en algún momento del proceso hay que tirar de alguna imagen. Un gráfico, unas estadísticas, una foto de los columpios nuevos que queremos poner, un video que demuestra nuestra tesis o simplemente una palabra. Un Power Point, una página web. Qué se yo. Yo diría que es muy difícil hoy en día dar una conferencia sin poner alguna imagen. Y en fin, desde hace muchísimo tiempo se viene rumoreando que una imagen vale más que no sé cuántas palabras.
Bueno, pues hay un lugar en el que todo esto no ha llegado aún: los parlamentos.
Todo país democrático de verdad o aparente tiene un parlamento. Ese lugar en el que se debate, se propone, se explica y se trata de convencer a los demás. Básicamente es como una junta de vecinos. Hay que aprobar unos presupuestos, hay que ponerse de acuerdo en el color de la escalera, y todos creen que tienen la verdad en el bolsillo del chaleco. Pues en los parlamentos no ha entrado la dimensión visual. Como si se tratase de algo poco serio, o relacionado con el entretenimiento, las imágenes, las proyecciones, no se han hecho un hueco en esa arena en la que juegan con nuestra pasta unos señores que van a tener un sueldo vitalicio gentilmente ofrecido por todos nosotros.
Y por más que pienso, no acabo de comprender por qué son así las cosas. Por qué los parlamentos, que deberían dar ejemplo, funcionan con décadas de retraso en lo que se refiere a oratoria y presentaciones. Por qué motivo algo que se supone absolutamente ineludible en todos los otros ámbitos de la vida, es, sin embargo, inimaginable en el foro en el que las vidas de millones de personas dependen de que una buena idea pueda ser bien explicada y entendida.
Le podría venir bien a sus señorías una pantallita para proyectar las cámaras ocultas que se harían unos a otros y poderse insultar hasta el infinito. Estoy seguro de que si los políticos cayeran en el potencial destructivo de una buena presentación malintencionada, tendríamos el mes que viene mismo una pantalla 3D en todos los parlamentos del mundo. Pero no todo va a ser malo. Seguro de que si en el Parlamento se viera el fútbol en pantalla gigante muchísimos temas se resolverían al calor del amor futbolero. ¿O es que no une ver cómo Nadal gana por enésima vez el Roland Garros? ¿Os imagináis al hemiciclo celebrando una victoria de Alonso contra el malvado Hamilton?
Los políticos todavía no saben lo que se pierden, pero estoy seguro de que este pequeño artículo va a correr como lo pólvora y de aquí a nada nuestros admirables políticos se van a poner manos a la obra, dispuestos a actualizarse y a subir un peldañito más en el camino hacia el progreso y la modernidad.

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