Estoy en un misterioso lugar, haciendo un misterioso trabajo, para un misterioso cliente. Lo que sí diré es que se trata de un trabajo publicitario. Y ese es el punto de partida de este artículo. ¿Cómo es la fotografía publicitaria hoy en día? Cómo se hacen las imágenes que pueblan, cada vez menos, las páginas de los periódicos y revistas?
Pues lo cierto es que hacer fotos es sólo una parte del proceso. Las fotos directas de la realidad son ya franca minoría, respecto a los fotomontajes y creaciones fotoilustrativas. El otro día leí que en Francia se están planteando poner un pequeño texto al pie de las fotos retocadas o simplemente montadas. Algo así como “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Tan lejos ha llegado la fiebre del Photoshop, que las autoridades empiezan a plantearse lo fuertes que pueden ser los efectos de creer que la publicidad es la realidad y que la realidad es una porquería que nos ha tocado vivir, mientras en Publicilandia todo es perfecto y brillante. Y si no, acordémonos de Michael Douglas en el Fast food en Un día de Furia. Qué gran momento de realismo real. Todos recuerdan también el maravilloso spot de Dove.
Pues aquí estoy, haciendo fotos para tener un montón de piezas, con las que después montaré una realidad virtual que algunos creerán auténtica. Lo cierto es que cuanto más virtuosismos de fotomontaje se producen, menos impacto tienen en la gente. A nadie le impresiona ver a un tío llevando un coche en la palma de su mano, o a una manada de jabalís, vestidos de esmóquin y volando. Todo el mundo sabe cómo se hace, así que ya no hay asombro.
Sin embargo sigue siendo impresionante ver una foto de una patera llegando a Canarias. Sigue produciendo escalofríos ver la cara de Charles Manson o ese vídeo en el que Hitler baila en una fiesta. Sigue emocionándonos ver a Federer llorando de impotencia, o cuando vemos gritar de alegría a alguien a quien le ha tocado un piso de Protección Oficial. Nos toca muy hondo saber que Obama es real y no una ficción.
Y es que la realidad puntúa doble. No toda la realidad, pero entre una realidad emocionante y una ficción emocionante, la realidad tiene un par de puntos extra porque sí. Porque creemos que podríamos ser nosotros los que estamos ahí. Sin embargo, es muy difícil sentir empatía con una creación de 3D. Aunque todo llegará. Y si no, id a ver Distrito 9. Puede que sea la excepción que desbarata casi todo lo que acabo de decir.