A mitad de camino entre El Gendarme de San Tropez, del genial Louis de Funes y James Bond de los 60, se encuentra la obra del inigualable Arnold Odermatt.
Arnold Odermatt era un policía suizo, que en los años 60, en el Cantón de Nidwalden, decidió documentar con precisión suiza -válgame la gracia-, el trabajo de campo, de oficina y de entrenamiento de sus compañeros agentes. El trabajo de Odermatt, en un principio era, sobre todo, fotografiar los restos de los accidentes de tráfico que a menudo se producían en las carreteras de montaña suizas. Aunque su cometido era meramente documental, sospecho que el bueno de Arnold fue desarrollando un criterio estético personal y hasta diría que una cierta ironía. Lo cierto es que ante la falta de jóvenes reclutas dispuestos a vivir la vida de policía, y acongojado por la posibilidad de que nadie siguiera con su labor, resolvió en crear un documento amplísimo de lo interesante que resultaba el trabajo de agente de la ley. Su hijo, en connivencia, como no, con Steidel, ha recopilado el material y han publicado este impresionante libro. Una reflexión a la que he llegado es que no es necesario tener poses ni actitudes artísticas. El arte puede salir solito a flote, al cabo de los años, si lo que se hace se hace con honestidad, profesionalidad y humildad. Arnold no pretendía apabullar a nadie. Pretendía, con sus fotos posadas e iluminadas a conciencia, resultar lo suficientemente atractivo como para que algún joven que viera sus fotos se animara a acudir a la oficina de reclutamiento. Por mi parte, me presento voluntario inmediatamente para perseguir a los malos en una furgoneta Volkswagen y mi uniforme de poli de los Clic de Famóvil.